sábado, 30 de julio de 2011

Vestida de nit


Un gesto tan banal como hurgar en el facebook acabó dándome una bofetada vital. La confusión inicial dio paso a la incredulidad ante lo que parecía ser la muerte de un amigo, que acabó confirmándose a medida que trataba de descifrar los escritos que otros amigos iban dejando en su muro en una lengua que no es la mía.

Alguien que conocí en un curso apenas un año atrás. Alguien que me cautivó con su mirada limpia y su sonrisa abierta, a mí, que soy tan difícil de cautivar. Un alma sensible, plasmada en su pasión por la música y los caballos (¿que modo mejor para manifestarse un alma sensible?).

Su inmensa lista de amigos ha disminuido estos días, y supongo que seguirá haciéndolo. ¿Es tan fácil deshacerse del recuerdo de alguien? ¿Sacándolo sencillamente de una lista de ‘amigos’? Se me antoja un acto frío y cerebral. Me niego a hacerlo, sería como deshonrar su recuerdo.

Durante muchos años fui reacia a abrir una cuenta en FB, pero finalmente claudiqué ante la solicitud de un amigo. Nuestro contacto se diluía y pensé que sería una forma de seguir sabiendo el uno del otro. Gracias a eso mantengo el contacto con gente que de otro modo se hubiese perdido. Gracias a eso he podido compartir mi tristeza con la de otros amigos y familiares. Gracias a eso la pena se ha diluido y el recuerdo se ha avivado. Y gracias a eso he constatado que, efectivamente, era alguien muy especial.

Y que no importa el tiempo que haga que conoces a una persona, sino la intensidad del momento. Y que creemos que por ley nos toca llegar a viejos, o a mañana, y no sabemos vivir cada segundo como si fuera el último. Y cuántas cosas se nos quedan por hacer o por decir. Y que la vida siempre se lleva a los buenos…


(He habilitado la opción para que mis amigos puedan publicar en mi muro).
  




Hoy me visto de noche por ti, que me descubriste esta voz. Até já… um beijinho!

lunes, 4 de julio de 2011

Nit a la fresca

Me ha despertado el golpeteo del plástico y el chirriar de la puerta de la terraza mecida por el viento.

Era negra noche y he salido disparada temiendo encontrarme media carpa abajo en la calle y a la urbana llamándome a la puerta. Por suerte no, la carpa está bien anclada a la barandilla y sujeta a la fachada. Pero no las tenía todas conmigo así que me he pertrechado con un polar y una mantita de invierno y me he tumbado en la hamaca agarrada a una pata de la carpa para evitar que saliese volando mientras intentaba conciliar algo de sueño.

La instalé hace dos días, tenía invitados a comer y el parasol no daba para tanta gente. Llevo años soñando con una de esas pérgolas de madera del GreenDesign con cortinitas blancas ondeando al viento y jazmines trepando por los postes cual chill out de playa ibicenca… Ay!!!

El pueblo estaba dormido, en el horizonte las luces de un crucero se dirigían hacia Barcelona con sus pasajeros probablemente durmiendo aún, ajenos a la actividad de la tripulación mientras yo seguía agarrada a mi carpa de plástico ante los restos de la fiesta.

He oído el repicar de las campanas de la iglesia. Y al gallo, que ha cantado más de tres veces. El viento seguía con su azote, el día trataba de despuntar y las nubes se bosquejaban en escala de grises y ocre sobre un fondo marengo. La brisa del alba tenía un leve perfume de rosas que desprendía la mantita, guardada entre jabones. Sin apenas darme cuenta han empezado a cantar los pájaros y el negro de la noche se ha tornado en gris de madrugada gris. Y el viento ha amainado.

Y quién es el guapo que se vuelve a la cama a estas horas ya.