lunes, 18 de marzo de 2013

Slow driving

Sábado muerto, sin nada que hacer. El tiempo tampoco acompaña y no hay ánimos para salir a fabricar endorfinas. Empezar un libro y encontrarlo poco después desparramado en el sofá al despertar de una siesta a destiempo. Pulular por casa sin nada concreto que hacer, recogiendo ropa, reorganizando papeles, acabando flecos, llenando minutos… Ir al ordenador y repasar facebook, twitter y correo, y vuelta a repasar facebook, twitter y correo, y caer en la cuenta de que los contactos deben tener un sábado tan muerto como el tuyo. Transcribir una coreo supone un largo respiro. Preparar ya tarde un plato de pasta rápida y volver a despertar en el sofá con la enésima repetición del mismo informativo… Por suerte la mañana del domingo está planificada y ya quedan pocas horas para acabar con este mal sueño. Una peli y a dormir.

Domingo. Suena fuerte la lluvia en el limbo entre el sueño y el despertar, pero parece que amaina. Por fin un nuevo día. Aroma de café, crujir de cereales, ducha caliente, crema hidratante, uniforme impecable, colorete sonrosado, sombra de ojos oscura, labios brillantes, perfume afrutado... Vuelve a llover. Teléfono. ¡Uy!  Mañana anulada. Horror ante la perspectiva de otro largo día por delante como el de ayer. Me desmaquillo a lo Glenn Close en ‘Amistades peligrosas’ con la misma sensación de vacío y decido ponerme el pijama otra vez y volverme a la cama. Qué mejor que unas horas de sueño para sedar el dolor del vacío. Despierto a mediodía y entra el wasap de un ángel para salvarme, y resulta que la salvación es mutua.

Carretera y manta. A la aventura. Ha parado de llover y el cielo empieza a abrirse, como mi estado de ánimo, que se le ha adelantado ya hace rato. Y todo fluye, la conversación, la música, la carretera. Y su conducir pausado acompasa mis revoluciones, la música suave se presta a las confidencias, las curvas sinuosas contonean mis emociones. Y así pasan las horas, entre miradas brillantes, recuerdos de juventud, realidades presentes y proyectos de futuro. Y la hora azul nos pilla en la playa. Y la oscuridad ya de vuelta a casa. Dos almas gemelas que no quieren abocarse a la soledad y deciden hacerse compañía.

¿Te gusta conducir?