domingo, 13 de marzo de 2011

Titas, titas, titas!

Subiendo esta semana por un Passeig de Sant Joan renovado, recién pavimentado de un rojo burdeos oscuro, destacándose límpidas las líneas blancas del carril bici recién pintado, el paisaje se afea con 4 adolescentes sentadas en un banco sobre una alfombra de cáscaras de pipas a sus pies.

Y un señor mayor que se les acerca de buenas maneras para instruirles amablemente sobre lo feo de su actitud. Y ellas que se lo miran como si fuera un bicho verde venido de otro planeta, entre risitas estúpidas, mirándose entre ellas con cara de estupefacción, asintiendo a los predicamentos del pobre hombre que les insta a, como mínimo, recoger el esparcimiento después, dándole la razón como se le da a los tontos.

Y yo parada observando la escena a cierta distancia, por si el hombre necesita refuerzos. Y ellas que se dan cuenta de mi presencia y me miran de esa forma boba, buscando mi complicidad, creyendo que simplemente por ser más joven que el honrado ciudadano voy a ponerme de su lado.

La cosa se alarga y yo voy con prisa, así que sigo mi camino y luego me arrepiento de no haber sacado mi móvil para fotografiar la escena, y colgarla después a modo de pasquines por el paseo… Claro que hubiera sido su minuto de gloria. En su simpleza aún les habría hecho gracia.

¡Tanto cuesta arrancar un folio de la libreta de espirales y hacer un cucurucho, como hacíamos en nuestros tiempos!

¡Pobrecitas! Aún no saben que la vida es un boomerang. Que lo que siembras, recoges, ya sean cáscaras de pipas o necedad.

domingo, 6 de marzo de 2011

Peacefulness

Domingo plácido en Barcelona. La maratón ha cortado las calles y los tres días festivos han echado a los barceloneses al monte. O a la playa. ¡Con el peazo día que hace hoy!

Los bailongueros nos reuníamos para amenizar el recorrido a los sufridos maratonianos. Después de unos cuantos pinitos hemos decidido reponer fuerzas con un vermutillo al solete, y luego de vuelta a casa para seguir disfrutando de este fantástico día. He bajado con el bicing por un Passeig de Gràcia insólito un domingo al mediodía: sin apenas tráfico, sin ruido, poblado únicamente por pacíficos guiris guardando colas ordenadas ante los edificios modernistas, cámara en mano.

El viaje en tren igualmente tranquilo, los jóvenes ruidosos deben estar durmiendo la cogorza del carnaval. Enfrente mío se ha sentado un niño autista que quería ver el mar.

Y ya en casa he abierto los balcones de par en par para que la brisa marina inundase la estancia, para poder disfrutar del mar como ese niño, yo que lo tengo tan a l’abast. Y me he servido otro Martini (mini esta vez) y he puesto la música que combina mejor con esta soleada tarde de casi primavera…