lunes, 17 de junio de 2013

Acambalachous




Han pasado ya unos días, pero sigue perdurando en mí el espíritu acambalachero. El recuerdo de las horas pasadas en un rincón de La Franja entre gente abierta, acogedora y cálida. El primer bolo ‘allende fronteras’ que me ha sumido en la magia y el ensueño de un grupo de idealistas infectados por el virus del circo.

Días que de un plumazo han roto con la rutina, han desencorsetado la mente y han liberado mi cerebro límbico dejando escapar emociones intensas, primitivas, contradictorias. Días compartiendo espacio y cotidianidad con el resto de participantes.

Con el incombustible Richi, con Torri y Eli, las almas del festival.
Con Panchita voladora recién aterrizada y el veterano Pepe corriendo caminos. Con las cabras éticas, perléticas y pelambréticas y los cabritillos peludos, pelambrudos y pelapelambrudos de Mario. Con la Compañía que tu me haces de Iñaki y el monje empalmado. Bailando Tango con grelos. Haciendo equilibrios con vallas y guitarras. Lanzando diábolos endiablados. Rodando ruedas traicioneras, extasiados con la destreza de Marcos y sobrecogidos por su entereza y la discreción de Pandora, la contorsionista rescatadora.

Con las notas salidas del Agua y la Tierra de Isaac y Naghí, en una tarde de almas limpias, túnicas sedosas, espíritus danzantes, didgeridoos imposibles, cuencos níveos y vibraciones armoniosas, todos hermanados alrededor del árbol, sobre la hierba verde.

Con el trío palindrómico de gemelas trapecistas y pollitos de colores haciendo el ganso.

Con masajes capilares y amores digitales entre solitarios carrouseles que me devolvieron la serenidad.