Lo siento, te ha tocado a ti.
Imaginad un tipo estilo el actor Jordi Díaz, pero más delgado y con el pelo canoso, bien recortadito. Guapito de cara, finito, gafitas con montura de pasta de color amarillo y naranja, tejanos de marca descoloridos en su justo punto, camisa de rayas finas azules y deportivas G-star de piel marrón, anillo de oro.
Un tipo madurito, con aire de intelectual, aseado. Va en el tren leyendo el periódico, luego saca su iPhone, se coloca los auriculares blancos, vuelve a hojear el diario… y me lo veo con sus dos pezuñas apoyadas en el asiento de enfrente. Luego, no contento con eso, coloniza con una pata el asiento contiguo. ¡Qué cool el tipo, por Dios! Nen, que ja ets una mica granadet per aquestes coses! Que no t’ha ensenyat educació la mama?
¿Por qué la gente tiene esa necesidad de ensuciar asientos ajenos? ¿El problema radica en que no los consideran como propios, como así debiera ser? ¡A lo mejor es que también ponen los zapatos encima del sofá de su casa!
Y claro, ya nos hemos acostumbrado a que los niñatos campen por sus respetos, pero lo patético que resulta ver a una señora septuagenaria regordeta y paticorta haciendo esfuerzos porque la puntita de su zapato llegue al asiento de enfrente del autobús es algo que no logro entender. Y que su señor marido septuagenario también. sentado a su lado ni se inmute me deja estupefacta.
Recuerdo hace unos años, cuando empezó la moda de las pezuñas sobre los asientos, a un homeless en los FGC que me dejó alucinada. Iba tan feliz con su carrito de la compra y unas bolsas, leyendo un diario ya pasado de fecha, con las piernas estiradas encima del asiento de enfrente ¡y había colocado hojas de periódico debajo!!!
Ale ‘Jordi’, a ver si aprendes, ¿o es que acaso tu no pisas la misma mierda?