pantalón, bambas, jersey de cuello alto y chupa de ‘cuero’.
Siempre pertrechada con su guitarra también negra
y cada día más desafinada, cargando invariablemente la funda cruzada a sus espaldas.
Siempre cantando boleros
con una voz que se adivina melodiosa en otros tiempos y una mirada azul largamente perdida
en algún lugar recóndito de su mente.
No puedo evitar un sentimiento de ternura siempre que la
escucho
mientras avanza pequeña y tambaleante abriéndose paso por el tren en movimiento.
Pienso en las circunstancias que la habrán llevado a esta
vida,
un amor desgarrador, quizás, a juzgar por los boleros. Pienso en la interesante e intensa vida
que seguramente alberga su menudo cuerpo.
Siempre le doy una moneda que acepta feliz
anticipando ves a saber qué placeres.Siempre pienso que quién sabe
lo que la vida nos deparará en algún momento…