Descubrí la percusión en una Festa Major d’Arbúcies. Un grupo de batucada montó un espectáculo que me fascinó. En aquel mismo instante supe que yo quería eso, del mismo modo que me atrapó el aerobic cuando hace muchísimos años en La Sedeta me topé con una master-class a ritmo del ‘Forever young’ de Alphaville (Let's dance in style, let’s dance for a while)
‘Ya te veo cada fin de semana saliendo de bolos por ahí’ me dijo mi cuñado ante mi entusiasmo. Me puse a buscar. Envié un email al grupo-revelación pero no recibí respuesta. Y lo dejé pasar (We don't have the power but we never say never) Hasta que un día oí la llamada de los tambores desde mi torre de marfil. Salí a la terraza y vi al grupo de percusión del pueblo desfilando por el paseo marítimo. Rauda y veloz fui a buscar los prismáticos de otear barcos para escudriñarlos más de cerca… Mi gozo en un pozo!!! La media de edad debía rondar los 14 años?!!! ¡Qué pintaba una ganàpia como yo en medio de tanto chavalín? Y lo volví a dejar. Hasta que hace unos meses la percusión me encontró a mí. Un anuncio en el boletín semanal de la comarca buscaba adultos para ampliar el grupo. Y allá que me fui… (So many dreams swinging out of the blue we let them come true)
Desde mi debut por Sant Joan en las fiestas del pueblo que no he parado. No tocamos batucada (de momento), nuestra especialidad son los ritmes de foc, quizás no tan ‘comerciales’ pero más primitivos, ancestrales, que conectan más con la tierra y elevan el espíritu. La media de edad ha aumentado, pero sigue siendo un grupo joven y fresco (The music's played by the mad men) Hemos (han, yo todavía no) ganado unos cuantos concursos y nos hemos hecho un hueco entre tanto panorama de corte brasileiro. A pesar de la diferencia de edad somos un grupo cohesionado y divertido (Some are like water, some are like the heat, some are a melody and some are the beat) que me ha acogido inmediatamente. Que me deja sacar el niño que todos llevamos dentro. Y que me ha permitido descubrir las tradiciones de mi entorno y entender a mi tierra y sentirme más aferrada a ella.
Y gracias a ellos, por primera vez, tengo un sentido de pertenencia.